Vía Francigena


Una sera e una mattina

Querido Franco y amigos-peregrinos toscanos:

Antes de nada pido disculpas por mi retraso.

Me pides que exponga mis impresiones sobre este Camino: la Vía Francígena en Toscana. Yo no sé muy bien por dónde empezar, ni describir tanta belleza vista, ni tanto cariño recibido. Comenzaré expresando mi más profundo agradecimiento por tu atención en todo momento, el gusto de caminar conmigo y tu acogida a este peregrino. Gracias sinceras también a Giuliana.

“Una sera e una mattina”, repetías constantemente a todo el mundo por nuestra sorprendente amistad: A Cristóbal lo conocí una tarde en la Vía de la Plata, después cenamos con unos franceses, y a la mañana siguiente anduvimos un rato, hasta que aceleró su marcha para llegar pronto a Salamanca para tomar el autobús… Pienso que es uno de “Los Milagros del Camino”. Dios propicia que de algo pequeño, como un grano de mostaza, salga algo grande, inconmensurable.

            Yo tampoco me lo puedo explicar muy bien, pero hay encuentros que por cortos que sean, dejan huella, sobre todo si se producen en el Camino. Además hemos mantenido un contacto regular en todos estos años. Y ya tenía que hacerte una visita después de una invitación permanente.

Al principio estaba bastante temeroso pues habían transcurrido algo más de tres años. Pero lo puse todo en manos de Dios y en los pies de Santiago para que la peregrinación saliera bien, como así ha sido. Y es que Dios y Santiago es una alianza perfecta: Amistad y Camino.













Trataré de narrar lo inenarrable:

En Pisa me esperaba Franco, algo más delgado de lo que recordaba en abril de 2004, después de aquella Mattina. Nos reconocimos de inmediato: tal vez por la mochila a la espalda, o por una percepción especial entre peregrinos. Nos abrazamos.

Mientras esperábamos el tren a Lucca y nos poníamos al día, de repente, me invitó a un bocadillo de jamón. No tenía mucha gana, pero no sabía realmente si empezaríamos la ruta esa misma tarde o no, ya que Franco modificaba los planes sobre la marcha; así que acepté el amable ofrecimiento. Mientras desenvolvía el bocadillo del plástico, Franco ya daba el último bocado al suyo. Este truco de hacer desaparecer su comida lo repitió en todo momento.

En Lucca transbordamos hacia Altopascio. Allí hicimos tiempo mientras que la bibliotecaria del albergue municipal terminaba de almorzar para entregarnos la llave. De la conversación entre ella y Franco, descifré las palabras Burgos-San Antón-Ovidio. Esta secuencia me provocó una conmoción: me resultaba muy familiar. Yo sabía que un tal Ovidio de Burgos estaba casado con una amiga-peregrina mía: Balba. La conexión fue mágica, yo diría que milagrosa: Conocí a Balba en Jaca (norte de España) en 2000; a Franco en Salamanca (oeste de España) en 2004; y Franco a Ovidio (el marido de Balba) en Peruggia (Italia). Estas coordenadas espacio-temporales han confluido divinamente en Altopascio en 2007. Para rematar la causalidad, me acordé que mi amiga caminó en 2001 desde Madrid a Santiago, y de allí, continuó hacia Roma; y pensé que podía haber pasado por Altopascio. Efectivamente, hojeando el libro de visitas del albergue, descubrí con emoción su agradecimiento escrito a aquellos que tan bien la atendieron: otra vez, ¡Los Milagros del Camino!
3/7/01 Después de más de 1000 km de camino, en Altopascio vuelvo a encontrar 

              un sitio donde una institución pública se preocupa de buscar dónde

              dormir para los peregrinos. Es la primera vez en Italia donde he

              encontrado esta hospitalidad específicamente para peregrinos. Muchas gracias

              al Ayuntamiento y a las personas encargadas de hacer más fácil el

              camino para nosotros los peregrinos.

                          Balbanuz - Madrid

La tarde nos proporcionó un excéntrico arquitecto-criador de caballos, que nos llevó a una laguna semiabandonada: nada de particular, salvo el personaje. Esperando a Lorenzo (amigo de Franco que también conocía a Balba y Ovidio), nos llegó la noche; y tras recogerlo en la estación y tomar una birra, marchamos a dormir. Al día siguiente nos esperaba el espectáculo Toscano.


El clima de la mañana favorecía el caminar, y el sol no tardó en iluminar espléndidamente sin excesivo esfuerzo la histórica senda con tonalidades verdes, amarillas y granates de los árboles otoñales, bajo un cielo azzurro… Aquí es donde me cuesta describir tanta preciosidad: Las planicies inmensas, el mar ondulado de colinas, los campos de viñedos dorados, las veredas de pinos y cipreses alineados, mis familiares olivos… Naturalmente había escuchado hablar maravillas de la Toscana y había visto alguno de sus paisajes en alguna que otra película, pero pensaba que eran exageraciones turísticas, o zonas aisladas. Debo reconocer que me había encomendado a Santiago y no practicaba ni senderismo ni trecking: estaba peregrinando, y claro, esa dimensión espiritual favorece el sentir con más intensidad el momento, y reconocer aún con más nitidez la belleza de la naturaleza.

            Cada etapa tenía un instante culminante de maravilla, una ensoñación con los ojos abiertos, un paso más ligero que los otros. Hasta llegó un momento en el que ya no estaba cansado de andar jornadas de más de 25 km (34 km San Gimignano-Montereggioni), sino de decirle a Franco: ¡qué bonito es todo esto!, Quelle beauté!, È bello!, Bellino!

            Las fotografías no pueden mostrar tanta cantidad de hermosura percibida en todo momento.
reportaje fotográfico

            Y hablando de hermosura no puedo olvidar a mis compañeros de Camino: Franco y Lorenzo. Para mí han sido como dos ángeles, bueno Lorenzo un ángel y Franco un arcángel por aquello de la edad, y de que estuvo conmigo más tiempo caminando, y después continuó en el papel de anfitrión en Florencia. Tanta bondad hacia mí me resulta igualmente indescriptible.
Franco y Lorenzo

            No se me puede olvidar tampoco un elemento importantísimo del Caminos: la acogida. Si bien fue fría la de los franciscanos en San Miniato, u olvidable la de la hostelera de Gambassi Terme; me será imborrable la sonrisa de Teresita, o la atención de Jineta , ambas hijas de la orden de San Vicente Ferrer de Siena; el vinsanto del señor Giubbolini en Podere San Luigi, la misericordia de la hermana Magdalena en San Gimignano al ver que éramos peregrinos de verdad; el buen café de Doña Donnatella en la Torrraccia di Chiusi; y la cena de peregrinos en casa de Lucciano (siempre presente en el trayecto gracias a sus señales artesanales).

            A mí esto de los Caminos me tiene enganchado. Me cambió la vida, y cada vez que acudo me la mejora. Por la limitación de mis vacaciones, no puedo realizar grandes tramos, por eso me considero un “peregrino intermitente”:
  • Julio 2000: Somport – Logroño (España, Camino Francés).
  • Febrero 2001: Logroño – León (España, Camino Francés).
  • Julio 2001: Saint Jean Pied de Port – Pamplona (Francia/España, Camino Francés).
  • Julio 2002: León – Santiago (España, Camino Francés).
  • Abril 2004: Cáceres – Salamanca (España, Vía de la Plata).
  • Abril 2006: Mérida – Cáceres (España, Vía de la Plata).
  • Abril 2007: Wusterhausen – Bad Wislnack (Alemania, Pilgerweg Berlin-Bad Wislnack).
  • Julio 2007: Le Puy en Velay – Monistrol d’Allier (Francia, Vía Podiense).
  • Noviembre: 2007 Altopascio – Siena (Italia, Vía Francígena dirección a Roma).

            Este Camino, junto al del año 2000 y la Vía de la Plata; ha sido sin duda, uno de los más gratificantes por el descubrimiento de paisajes increíbles y crecimiento de una amistad que brotó de “una sera e una mattina”.
           
            Un abrazo muy fuerte desde la capital de Al-Andalus. Espero veros pronto. Que Dios os bendiga. ULTREYA!


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